Este escritor inglés (1885-1930) seduce, en primera instancia, por el tono habitualmente erótico, temperamental y misterioso de sus relatos. El lector cuando se acerca a los personajes y a sus vidas se encuentra una profundidad y una complejidad sicológica que recuerda la de otros grandes narradores como Dostoievski, y que resulta muy sugerente y atractivo. Los personajes se construyen con gracia y maestría, se muestran en sus contradicciones, en sus particularidades. Pero como ya se hace evidente en otras obras del autor, pienso por ejemplo en "El Arcoiris" de 1915, "La virgen y el gitano" o en "St. Mawr", es en los cierres donde encontraremos su debilidad. Los finales acostumbran ser abruptos, poco elaborados, dan la impresión de que no se tomara el cuidado de concluir con mayor fuerza y coherencia unos relatos muy interesantes que ha ido deshilvanado con gran cuidado y primor en el transcurso de las novelas. Así pues, aunque se trata de novelas que se dejan leer con mucho agrado y encanto, esos finales resultan un poco decepcionantes.