En estos días en que resulta tan familiar escuchar en los medios de comunicación y en las redes sociales la lucha por la igualdad sintetizada en los mismos sueldos y oportunidades para hombres y mujeres, una serie como “Borgen” (Dinamarca, 2010) mantiene con creces su vigencia, valor y sentido.
En un principio me sorprendió que me resultara atractiva una serie que tenía como tema principal la política. Pero me la habían recomendado personas en las que confío plenamente y decidí verla. De inmediato me vi abducido por completo, casi sin darme cuenta, a ese mundo ficcionalizado de la política danesa contemporánea. Ahora sé que cualquier historia bien contada puede captar mi atención, aunque se refiera a asuntos que habitualmente no atrapan mi interés.
De “Borgen” maravillan las actuaciones, personajes tan bien construidos, tan humanos, tan contradictorios que no es difícil creerlos seres en posesión de vidas reales y verdaderas. La actriz que hace de Birgitte Nyborg (Una Sidse Babett Knudsen en estado de gracia, y que luego veremos brevemente en Westworld) seduce desde la primera mirada, qué mujer para ser capaz de atravesar las cámaras y transmitirnos toda una gama de emociones y pensamientos con sus gestos, palabras y expresiones, su belleza, su humanidad sin tacha me devolvieron la fe en una actividad política idealista y soñadora, insertada en un mundo real y muchas veces vil y miserable, pero una actividad política a la vez flexible y que para ser, para ocurrir, necesita a veces hacer concesiones a los grupos contrarios.
Vemos al comienzo de la primera temporada (son en total 3 temporadas de 10 episodios cada una) a una Birgitte secundada por un asesor político un tanto irresponsable y acompañada por la acción trepidante de unos medios de comunicación comprometidos, libres, beligerantes, haciendo lo que deben, que es informar y obligar a los poderes políticos a ser transparentes y a cumplir con sus obligaciones.
Asistimos así a las vidas cotidianas de unos personajes fascinantes, pero extraordinariamente reales, vemos desarrollarse una acción política llena de verdad y honestidad, encarnada por Birgitte, pero en todo momento amenazada por las mentiras, la difamación, la traición, las distintas redes de poder privado y público, la deslealtad.
Birgitte es así una mujer del siglo XXI, con valores, con ideales firmes, con creencias sólidas, que sueña pero también actúa, que sacrifica a su familia por su trabajo, y aunque como personas podemos cuestionar este tipo de sacrificios, como espectadores nos ponemos en su piel y asistimos apenados al desmoronamiento de su matrimonio.
En definitiva, una gran serie, con una gran historia que contar, narrada de un modo magnético, con muy buenos actores y con unos episodios que se dejan ver y beber como un buen vaso de agua, sin siquiera respirar. Una experiencia intensamente enriquecedora.
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