Educación: ¿Conocimiento versus sensibilidad?

En una reciente conversación con unos colegas, hablábamos de la poca exigencia actual en el ámbito educativo,(a todos los niveles, pero pensábamos específicamente en la universidad) y se planteó que más que conocimientos era importante que tuviesen sensibilidad y pudiesen actuar empáticamente frente a los problemas de su entorno. Me he quedado dándole vueltas a ese planteamiento, y sigo pensando que el conocimiento no está peleado con la sensibilidad, que si bien es cierto que nuestros estudiantes deben ser sensibles y estar compenetrados y en conocimiento de su entorno para incidir sobre la realidad y cambiarla, el conocimiento, la solidez de sus conocimientos debe estar también en la base de su educación, porque si pensamos en el ejemplo del ingeniero que comentó una colega, que porque tenía sensibilidad escuchaba el cemento mezclarse y sabía cuando la mezcla estaba bien, así como oía cuando las columnas le decían que estaba ladeadas, ese mismo ingeniero sin los conocimientos técnicos de su profesión no podría hacer un buen trabajo, y creo que eso es lo que les estamos escatimando a nuestros alumnos de la universidad, porque todos sabemos que cuando nos exigen damos más y crecemos y nos hacemos mejores, la exigencia no puede ser la madrastra mala del cuento de la educación, porque debemos tener una calidad, y dar y pedir lo necesario, no ser laxos y que a la sensibilidad y conocimiento de su entorno se le agregue la mejor educación que seamos capaces de construir juntos, y que sea una educación que en cualquier parte del mundo pueda competir y pueda ser valorada, porque no puede ser que sólo nosotros estemos haciendo las cosas bien al conformarnos con que nuestros estudiantes sean unos profesionales pobres en conocimientos, mientras que muchos otros países le dan a la educación un gran valor y la miran como el principal motor de mejoramiento de sus sociedades y países. Me gustaría que nuestros estudiantes fuesen sensibles y cultos, porque el conocimiento no está divorciado de nuestra capacidad de ser mejores como humanos y como personas.