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Sobre el derroche

Hace unos años vi un documental que me causó una honda impresión: Human. (2015, Yan Arthur Bernard). Al principio incomoda un poco que la cámara se acerque tanto a los rostros de las personas, porque produce una percepción de proximidad excesiva, como de invasión de nuestros límites.


Pero a lo mejor esa es la intención de esos close ups tan constantes en esta película. Vamos viendo y escuchando a una serie de personas de distintas edades, lugares del mundo, clases sociales, algunos de países muy pobres, otros de países muy ricos, también personas de clase media, que responden ante la cámara a preguntas como qué es para ellos la felicidad.


Y las respuestas son tan disímiles como diferentes son los sujetos que se expresan. Vamos así asomándonos a unas vidas que acontecen en lugares distantes o cercanos, pero con los que coincidimos en el tiempo, vidas muchas veces que afrontan grandes pesares, tragedias psicológicas o naturales, circunstancias laborales extremas, que pueden entenderse como las formas que enarbola la esclavitud en el mundo actual.


Visualmente es una película muy poderosa, muestra escenas impactantes y a veces terribles, de gran belleza, pero que hablan, ponen en evidencia realidades que casi nunca aparecen en los medios de comunicación convencionales. Si nos creyésemos todo lo que sale en las noticias tendríamos una mirada muy parcializada y acotada de la realidad.


En este sentido Human viene a llenar muchos vacíos. Vemos un mundo atrozmente desigual, donde unos tienen muy poco, casi nada, mientras otros viven en una abundancia obscena. No me parece casual que dejen para el final las escenas de grandes ciudades, donde sólo ver el derroche de energía eléctrica sobrecoge y alarma.


El mensaje es claro: si continuamos devorando los recursos del planeta al ritmo acelerado del presente, es probable no quede planeta para los que vienen luego de nosotros. El impacto de esta película me llevó a cuestionar mi manera particular de vivir, al percatarme de lo obsceno que realmente es dedicarnos sin freno a comprar, de un modo compulsivo cosas que no necesitamos, creadas para usar y tirar, sólo por actuar en concordancia con los valores de unas sociedades donde el engranaje económico requiere ese ritmo de consumo desaforado, sin tener consciencia de que cada uno de esos objetos ha requerido para su fabricación de materias y energías que el planeta no produce al ritmo que nosotros las devoramos.


Creo que el sentido de películas como Human es hacernos seres más conscientes y comprometidos con el entorno, con el planeta, con la humanidad. Hacernos entender que nadie es una isla, que todo lo que vive sobre el planeta está interrelacionado y es interdependiente.


Que debemos trabajar, cada uno desde nuestras respectivas parcelas de acción, para construir otro mundo, donde no prevalezcan los valores (muchos de ellos) perversos y retorcidos, del mundo actual. Que cada cosa que decidamos adquirir lo hagamos porque realmente lo necesitamos, y no consumamos de manera automática e irracional, que cada quien mire dentro de sí para saber si lo que adquiere responde a una necesidad profunda y no es sólo una respuesta inconsciente a lo que nos empuja la publicidad, que es hacia la compra compulsiva.




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